En diversas partes del mundo se están generando diferentes dinámicas y actividades ambientales que aumentan la eficiencia del manejo y disposición de desperdicios sólidos, mitigando el impacto adverso de los mismos. Una de las propuestas más convincentes y que ha logrado ser exitosa al reducir circunstancialmente las toneladas de basura que terminan en vertederos es el reciclaje de circuito cerrado. El reciclaje de circuito cerrado crea un sistema en el cual el desperdicio que guarda posibilidades de ser rehusado se colecciona, se recicla y luego es utilizado como materia prima para generar nuevos productos que sean útiles.
Este proceso al ser dirigido de manera eficiente, llega a resultados de alta calidad sin tener que incurrir en los gastos adicionales de consumir nuevos materiales. Algunos de los desperdicios considerados muy efectivos para el reciclaje de circuito cerrado son: vidrio, aluminio y plástico. Como ejemplo se destaca una compañía ubicada en Gran Bretaña llamada Biffa, la cual cuenta con tecnología actualizada que ayuda a limpiar los vidrios de manera precisa y a la vez elimina la contaminación dentro de solares cercanos al disponer y reusarlos. Su proceso se basa en la recolecta de vidrios híbridos y de diferentes formas y tamaños como de botellas, por ejemplo, los que inicialmente son segmentados. Una vez agrupados y limpiados, estos son procesados y convertidos en “Enviro Glassgrit”, el cual resulta ser un abrasivo de vidrio altamente adaptable y de excelente calidad.
Poco a poco el reciclaje de circuito cerrado está logrando altas estadísticas en las industrias relacionadas al manejo, uso y re-uso de desperdicios sólidos, incluso adaptándose a manejar desperdicios que eran considerados retantes para rehusarse. Un estudio publicado por Battery Council International (BCI) descubrió que las baterías de plomo tienen una tasa de reciclaje del 99.3%. Esto las convierte en el producto de consumo reciclado número uno en los Estados Unidos. Esta tasa de reciclaje se ha logrado por las inversiones de la industria en un sistema de recolección y reciclaje de circuito cerrado que mantiene 1.7 millones de toneladas de baterías fuera de los vertederos cada año. Parecería que este tipo de procedimiento gastaría mucha energía con sus porcientos de efectividad, pero incluso, la fabricación de productos a partir de materiales reciclados, en general consume menos energía que la alternativa.
Una inversión en esta dinámica de reciclaje en Puerto Rico, podría ayudar a resolver el gran conflicto que existe por la creciente marejada de desperdicios en nuestros vertederos. Según un estudio realizado por la Autoridad de Desperdicios Sólidos (ADS) en el 2008, el ciudadano promedio genera aproximadamente cuatro libras de basura al día. Además, la EPA (“Enviornmental Protection Agency”) recientemente catálogo 19 sistemas de relleno sanitario (SRS) del país en estado de incumplimiento y se les establecieron a 13 vertederos órdenes de cierre.
La posible iniciativa del reciclaje de circuito cerrado se ha manifestado en algunas formas en el sistema jurídico de Puerto Rico, estas exponen un ejemplo de cómo el mismo podría ser efectivo en el sistema de producción de la isla. La Ley Número #114 del año 2014 postula:
“Para disponer que, en todo proyecto de construcción o reparación de vías, caminos, u obras públicas en que el dueño de obra sea cualquier agencia, corporación pública, o instrumentalidad del Estado Libre Asociado de Puerto Rico, con excepción de los municipios, se utilizarán materiales reciclados localmente, como parte de la materia prima necesaria para su construcción; y para otros fines relacionados y necesarios”.
La postulación de esta ley abre un pequeño camino de esperanza a lo que podría ser reciclaje de circuito cerrado para el futuro de Puerto Rico. Sin embargo, a pesar de que la ley le abre un mercado para proyectos que se desarrollen a nivel central, la realidad de la isla es una distinta, ya que aquí no se recicla. Los procesos que envuelven las actividades de reciclaje de circuito cerrado requiere tanto de cooperación como también de una inversión circunstancial para adquirir la maquinaria necesaria que limpiará y procesará los componentes base a rehusarse. No solo esto, sino que también se lograría apoyar el emergente segmento de la construcción de infraestructuras sustentables y resistentes ante los cambios climáticos que acontecen.
Los beneficios y posibilidades de este sistema son amplios y claros, mientras que la situación y necesidad por una dinámica efectiva de reciclaje en Puerto Rico continúa aumentando. Se entiende que para poder implementar un programa efectivo de circuito cerrado los mayores impedimentos son la falta de capital de inversión por parte del país y el sector privado, al igual que la ausencia de cooperación entre los sectores involucrados.
¿Será necesario tener una crisis en nuestras manos antes de invertir en un programa de reciclaje que haya sido probado?